miércoles, 4 de febrero de 2009

EL DEPARTAMENTO NARCO PARAMILITAR EL MAGDALENA

¿Existe Un Gen ‘Paranarcoide’?
Que la política está en cuarentena, es fácil de suponer después de los sucesos de los últimos tiempos. Pero la cosa es más de fondo.
Cuarentena no es simplemente el período mínimo necesario para establecer que las causas de la peste han cesado, lo que tampoco está lejos de la realidad, sino los efectos de la influencia que sobre la región ejerció el Jefe de las Auc, ‘Jorge Cuarenta’.
Acaba de ser asegurado por parapolítica Rodrigo Roncallo, séptimo congresista elegido por el Magdalena vinculado por la Corte Suprema de Justicia. Con esto, la representación política del departamento quedó diezmada como consecuencia de las relaciones con el comandante ‘paraco’.
El Magdalena queda prácticamente sin representación política nacional, lo que es una calamidad de marca mayor, puesto que todo depende del Gobierno Central. Quienes en razón del ordenamiento legal han accedido a las curules desocupadas no tienen el bagaje electoral que implica tal dignidad.
Aunque este fenómeno sea general, como puede colegirse del total de vinculados al proceso, no deja de ser llamativo que el 90 por ciento de su representación haya tenido serios problemas legales. El mismo índice para el resto de las regiones es notablemente inferior.
En el Magdalena, si bien no ha habido proclividad manifiesta por las vinculaciones non sanctas de elementos de la actividad política, hay antecedentes que nos ponen a pensar. Hace poco más de un cuarto de siglo, Ubida Pitre presidió el Concejo de Santa Marta, ‘Maraca’ fue concejal y el ‘Capi Black’ fue elegido Honorable Representante a la Cámara, todos traficantes confesos.
Con los paramilitares, el maridaje se formalizó el 28 de septiembre del 2000 con el Pacto de Chivolo y se consolidó con los Pactos de Pivijay y del Magdalena. Además de cumplir con su objetivo político, según las confesiones, convirtió a la región en un collage de sangre, pavor y muerte.
El 28 de octubre, un mes después de suscrito el Pacto de Chivolo, fue asesinado, en su finca ‘La Victoria’, el concejal Guillermo León Polo, quien, por no firmarlo y rechazar sus propósitos, marcó su sentencia de muerte.
A las tres de la madrugada del sábado antes de elecciones, llegaron los secuaces de Esteban, alias ‘El Negro’, lugarteniente en Pivijay de ‘Jorge Cuarenta’, a ajusticiar a quien había osado desacatar sus órdenes, que, entre otras, incluía la de elegir a su candidato único a la alcaldía de Salamina, Daniel Solano. El mensaje era claro: “pa’ que respeten a los señores”.
Igualmente fueron masacrados los hermanos Álvarez Caballero, del Cerro de San Antonio, el alcalde de Tenerife, el médico Octavio de La Rosa de Guáimaro y un sinfín de víctimas de las que aún no hay cifras precisas ni responsables dentro del esquema de Justicia y Paz. Las secuelas de todo orden son devastadoras. Muchas familias aún lloran a sus muertos y otras ni siquiera han podido sepultarlos porque no saben dónde están.
En materia política, por lo acontecido y por el ocaso de viejos cacicazgos enquistados desde tiempos inmemoriales, el Magdalena no tiene norte ni guía.
Para un feliz mañana, es necesaria una cuarentena que garantice que nuestra clase política no adolece de un gen “paranarcoide” y que las causas de la peste han sido finalmente superadas mediante una profilaxis política que garantice, ahora sí para todos, 100 años de asepsia social
Publicación
eltiempo.com
Sección
Editorial - opinión
Fecha de publicación

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