lunes, 22 de diciembre de 2008

nos los mataron en colombia por no estar de acuerdo con el estado

Por ERNESTO McCAUSLAND SOJOBogotá - Colombia
A principios de septiembre del 2004, en la parte exterior del coliseo de la Universidad del Norte, el artista Alex García se encontraba dándole los últimos toques a una escultura suya cuando apareció el profesor Alfredo Correa De Andreis. Sólo para mostrársela a su amigo, García armó a medias la escultura. Correa la elogió y al final ambos se despidieron con aire casual.
Tres días después, García se enteraba de la noticia que conmocionaba a la ciudad: en una concurrida calle de Barranquilla, Correa había sido asesinado de dos balazos.
Se desataba así otro capítulo aciago en la historia reciente del país. Un insigne defensor de los derechos humanos, que había estado en la cárcel en un típico falso positivo, que antes había denunciado malversación de los fondos para los desplazados, había sido eliminado a plena luz del día. Lo que vendría después es historia vergonzosa para un país, y en especial para un Estado: el nombre de Correa había surgido de una lista del DAS y la ejecución había corrido por cuenta de paramilitares, ahora acogidos a la Ley de Justicia y Paz. Para un artista sensible y visceral como García no era un tema de Estado: era una vivencia personal, revestida de terror.
Al día siguiente, sobre la arena del cementerio, rodeado de dolientes, García comenzó a dibujar tímidamente lo que eventualmente se convertiría en “Homenaje a Alfredo Correa De Andreis”. Una obra con ribetes de surrealismo, en la cual aparece el inmolado profesor como un hombre caimán, en evidente alusión a su origen cienaguero; un sol a lo lejos muere entre un mar revuelto y negruzco, mientras el humanoide agonizante, con sangre en la cabeza y en el dedo, mira al astro como implorando la luz.
El caimán que no se fue
Continúa...






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